París, 9 de septiembre de 1971 Mi querida, tu carta de julio me llega en septiembre, espero que entre tanto estés ya de regreso en tu casa. Hemos compartido hospitales, aunque por motivos diferentes; la mía es harto banal, un accidente de auto que estuvo a punto de. Pero vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza –y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte. Quiero otra carta tuya, pronto, una carta tuya. Eso otro es también vos, lo sé, pero no es todo y demás no es lo mejor de vos. Salir por esa puerta es falso en tu caso, lo siento como si se tratara de mí mismo. El poder poético es tuyo, lo sabés, lo sabemos todos los que te leemos; y ya no vivimos los tiempos en que ese poder era el antagonist...
Ruido de lluvia. Son las 9:55 hs de la mañana, estoy atontada, tal vez mareada, el paso del tiempo sin las exigencias cotidianas me ponen boluda. Y me quedo pensando... ¿qué hago? Escribir, María, escribir. Aún no vino atropelladamente la inspiración, sólo irrumpe porqué sí. Tal vez con la re-apertura de este espacio tan vacío de "letras" pueda volver a sentirme autora-lectora, a practicarlo, ejercerlo. Son tan diversas las situaciones en donde la inspiración explota que no se me ocurre ninguna. En fin, tengo cierta fascinación por las textualidades amorfas, como la presente. Musiquita plus
Ese eco no me deja en paz. Es un murmullo constante, no puedo pensar, reflexionar mis ideas, sigue, me pone cada vez peor. Y continúa. Siempre escribo sobre la que quiero ser, pero no la que soy. La que soy es una especulación interrumpida por diversas situaciones o momentos. La que tal vez fui no sé de qué manera nombrar… algo tan efímero. Escribir, borrar, romper. Me avergüenzan mis escritos. Siempre la inferioridad. ¿Hasta cuándo?
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