Autoboicot
La rutina agobiante, los
amaneceres cálidos del verano, el uso incorrecto de los tiempos verbales. Una
noche cualquiera, al azar, estoy escribiendo sobre el maravilloso espacio que
me brinda la imaginación. Espacio donde los pensamientos escupen realidad. Ya
no soy la niña de ayer, la que soñaba con banalidad e iluminación. Los pies en
la tierra y gritar. Las limitaciones de plasmar lo que pasa por mi mente.
Resucitar, una y otra vez, todo
lo que haga falta. Morir, regresar y reflexionar. Repensar hasta el hastío,
decir basta. Circularidad, porque me exige la cabeza, y también mi cuerpo, mi
viejo cuerpo, ya cansado de tanta toxicidad pero aun continua y pide más.
Por todas aquellas veces que
escribí y callé, silenciarme es siempre la opción más rápida. Permanecer
quieta, lagrimeando y mirar al techo, rogando que ese amanecer, el del verano,
vuelva con su rutina, imponiendo los límites porque sino mi mente también lo
hará.
Hasta acá, hasta acá.
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